La nueva película de Park Chang-Wook pareciera tener una larga herencia de films del cine Noir de EU y de directores tan influyentes como Hitchcook, Breson, o Wilder, y esto situaría la historia dentro de una tradición muy conocida para el mundo occidental, pero no estamos ante un director que incluso utilizando esas herencias transite por caminos sencillos y comunes para desenredar sus siempre finas y enmarañadas tramas.
Park Chang, es quizá el director coreano más conocido en Occidente hasta antes de Parasite que se volvió un fenómeno global para Bong Joon Hoo, pero Park ya tenía antes de eso una horda de fans, por su trilogía de la venganza y Old Boy como film de culto.
Siempre que observamos cine de regiones diferentes del mundo que no obedecen a la tradición de la Espada y la Cruz-Europa y sus descendientes culturales como lo somos en América-nos encontramos con dificultades para entender detalles muy locales y formas de expresar problemas del individuo y de entender la sociedad contemporánea, por más que de inicio pareciera que estamos ante una narrativa occidentalizada y es posible que el juego del autor en este caso, haya tenido alguna intención al respecto, quizá no.
Lo que sí es claro es que estamos ante un director con una cantidad ilimitada de recursos para mostrarnos su oficio y su maestría con la cámara, en el arte de contar con imágenes, que domina sin duda.
Tuve una sensación de inicio de que el director quería engancharnos en la historia al estilo de las series procedimentales (tipo La Ley y el orden) con una especie de teaser-introducción sobre la resolución de un caso policial del que no tenemos ni idea pero que nos hace parte de él como si viniéramos de ver un capítulo anterior, cuando de pronto ya surgen los personajes de la historia del día.
La historia es sobre la vida de un detective de la policía coreana que se encarga de investigar asesinatos, lo que es la normalidad del planteamiento hasta que llega a su escritorio el caso de un personaje que murió escalando uno de los montes cercanos a la ciudad, ese personaje está casado con una misteriosa mujer de origen chino, con la que el detective tendrá ciertos problemas de índole más allá de los simplemente profesionales.
Un Noir con todas sus letras, detectives, fem fatale, asesinatos, enredos amorosos, con la característica maestría de los asiáticos para la cine fotografía, que aun en sus peores propuestas hacen joyas para los ojos.
Lo que no resulta tan clásico es la manera en la que se cierra el conflicto principal de la película, cuyo broche de oro es poco anticipadle si eres un seguidor tradicional del Noir occidental, habría que ver si para los asiáticos resultó sorprendente de la misma manera ya que incluye un detalle, que no revelaré, que me parece complejo de asimilar desde la perspectiva occidental, y justo a este detalle es al que me refería de inicio con que las diferencias culturales no nos permiten anticipar ciertas conductas de los personajes que no nos son afines.
Es la segunda vez que veo este film, la primera vez que la vi fue en el FICM 2022, y mi opinión cambió poco, pues no hay lugar para dudar de las capacidades del maestro Park, y sus elecciones visuales que son estupendas con la realización del fotógrafo Kim Ji-yong, pero también mantuve mi desacuerdo con el final, y no porque me pareciera fallido, sino porque no le encuentro un impacto relevante para mi expectativa de la historia, y lo considero incluso un poco flojo para la calidad de este director.
Pero ese tipo de desacuerdos con detalles sobre un film no hablan de que la calidad de la película no sea brillante, es cuestión de gustos y mi opinión es simplemente que el final es flojo, pero sin duda volvería a ver ésta y los siguientes proyectos de este autor.
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