Pensar dónde estás parado, ¿cuánto valoras lo que comes?, ¿dónde vives?, ¿por qué te diviertes donde te diviertes?, ¿por qué vistes como vistes?, ¿suena simple no? Es una forma de interpretar el fondo de una potente historia como la de SUJO, de Astrid Rondero Y Fernanda Valadez una magnífica dupla creativa de cineastas mexicanas que ya nos ha mostrado más de una vez, que entienden bien desde su aguda perspectiva, la situación dolorosa de uno de los países más golpeados por la violencia sin estar en una guerra formal: México.
Sujo es la selección mexicana para competir por el Oscar 2025 como mejor película Internacional, en enero de 2024 ganó esta misma categoría en el Festval de Sundance y se encuentra entre las 20 favoritas para ingresar a las nominaciones por el premio de Hollywood.
Con una fotografía muy cuidada y por momentos brillante, con una historia conmovedora y bien escrita, con actuaciones realistas, verosímiles y naturales, logra zafarse de los lugares comunes del narco cine mexicano que ha poblado nuestras pantallas por necesidad y por importancia en la última década o más.
A grandes rasgos Sujo habla de la travesía de un niño llamado Sujo, cuya historia es una de esas que se cuentan por miles, o cientos de miles, que han quedado huérfanos víctimas de la narcoviolencia y que se piensa muy poco en ellos cuando se analiza el enorme problema, Sujo pierde a sus padres a edad temprana y tiene que ser cuidado por su tía Nemesia, que es una especie de bruja, que inspira respeto y temor en un pueblito de la tierra caliente michoacana y que logra salvar del peligro en múltiples ocasiones a Sujo y sus hermanos postizos.
En esa travesía Sujo logra crecer con esa protección, hasta que la violenta realidad los alcanza de nuevo y tiene que huir a la Ciudad de México, como clásico migrante desplazado, donde encuentra otro tipo de complicaciones y rechazos, pero también algunas oportunidades y esperanzas que logran darle un final de cierto modo alentador, que curiosamente parece ser lo menos probable y verosímil de este relato, pero que funciona como un deseo de las creadoras, de dar un respiro a esas historias tan profundamente desdichadas en la realidad.
De la mano de frases tan cortas como contundentes, nos cuentan el microcosmos de una tragedia incomparable, que ya quisieran alcanzar las grandes películas que hablan de la mafia y sus consecuencias desde la cómoda postura de la élite cinematográfica.
Con este tipo de realismo Rondero y Valadez logran conmovernos al mismo tiempo que nos ponen en un profundo estado de reflexión, que va mucho más allá del género de la porno-pobreza, que si bien existe como base creativa y como posición política, aquí no es suficiente para definir los alcances que logran sus autoras, pues tiene toques de esa mezcla de fantasía y magia que penetra muy profundo en la idiosincracia mexicana, pero solo como pinceladas de un lienzo más amplio, que explora varios tonos entre el falso documental, y el melodrama, pasando por el thriller y los cuentos fantásticos, con posibilidad de redimir a las víctimas de una catástrofe geopolítica, ejemplificados en la escala más local y más íntima como la niñez y los huérfanos de la violencia, en una de esas esquinas olvidadas del mundo.
Nácxit LS
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